DIA 5:
Tras desayunar ya estábamos listos para ponernos en ruta hacia el Moint St. Michel, uno de los lugares más turísticos de Francia. Se trata de un monte en el que se levantó una abadía benedictina en honor del arcángel San Miguel, quien se apareció al obispo de Auranches (Aubert) y le encomendó su construcción. De hecho en Auranches se conserva en una iglesia el cráneo de Aubert, que tiene un agujero que hizó el dedo del arcángel.
Según nos íbamos acercando, ya veíamos la silueta majestuosa del monte... impresionante! Qué tendrían que sentir los peregrinos medievales que allí acudían?
En parte, según lo ves, te sientes un poco así... Además te imaginas cuanta cultura tenía que haber allí... impresiona.
Se halla rodeado por arenas, tipo marismas, y según esté la marea puede quedar más o menos cubierta. De hecho, para acceder al Monte hay un puente que lo une con la tierra.
Es increíble lo que han hecho allí a lo largo de los siglos. Algo que empezó siendo una iglesia, pasó a monasterio benedictino siendo referente cultural de la época, luego fue cuartel militar durante la Guerra de los Cien Años (fue de los pocos sitios de Francia no conquistados), después guerra y ahora de nuevo es monasterio y centro turístico.
Según entras, está la Oficina de Turismo y luego la Rue Central que está plagada de tiendas de souvenirs y comida. Aún no había muchos turistas cuando llegamos, mejor. Así que fuimos hacia arriba, hacia la Abadía para verla por dentro... qué de escaleritas!
Cuando estábamos sacando las entradas y cogiendo las audioguías, empezó a llover de lo lindo, así que nos sentamos tranquilamente a escuchar la historia del Monte y sus peripecias históricas. Cuando llovía un poco menos, empezamos nuestra visita.
Subimos por la Gran Escalinata camino de la terraza oeste. Desde ahí se ven islotes y toda la zona de las marismas, increíble. Justo a sus espaldas, se encuentra la Iglesia que fue gravemente dañada, de hecho la fachada no es la original y ha perdido sus dos torres. Lo que si que se percibe en su interior es como cierto halo de espiritualidad... o al menos así lo sentimos nosotros.
De ahí se pasa a "la Merveille", una obra maestra del gótico, es un monasterio de tres plantas. De hecho, los tres niveles de la abadía reflejan la jerarquía monástica:
- los frailes vivían en el nivel más alto, en un mundo cerrado entre la iglesia, el claustro y el refectorio.
- en el nivel medio, el abad recibía a sus nobles invitados.
- en el nivel inferior, era donde eran recibidos los soldados y los peregrinos.
Al primer sitio que accedimos, fue el Claustro que es una preciosidad, sobre todo por el lateral abierto a la costa. Está comunicado con el sencillo Refectorio que eran donde comían en completo silencio, según la Regla de San Benito.
Bajamos al segundo nivel, donde vimos la Sala de Caballeros que era donde comían los nobles visitantes. Hay una sala con unas columnas enormes, no tenía en si ningún uso, sino que servía para sustentar el peso de la iglesia de arriba. Y ya abajo del todo es donde están los jardínes.
Hay muchas más estancias y recovecos pero no los dejaban ver. Al final de la visita, vemos los imperfectos que supusó el ser una cárcel... demasiado bien está para como estaba!
Antes de dejar el Moint St Michel, nos compramos unos bocadillos como tentempié. Al final no subió del todo la marea, pero a esa hora había más sol y era todo mucho más bonito aún.
Alberto se empeñó en que como estábamos cerca, fueramos a ver Sant Malo, así que para allá fuimos. Esta zona es la Bretaña, las casas son de piedra y el tejado de pizarra, muy bonitas.
Sant Malo durante la Primera Guerra Mundial, se vió muy afectada por lo que ha tenido que ser reconstruido casi entero. Era un puerto para piratas. Fuimos a la zona de intramuros, que es el casco antiguo y está todo rodeado por la muralla. Dejamos el coche aparcado en el parking de al lado del puerto, y para adentro.
Como ya era casi la una del mediodía, vimos un sitio que nos pareció cuco y nos metimos a comer. Se llamaba "Coulier Safran" y es un sitio súper acogedor, casi como el comedor de tu casa. El señor era súper majete y nos explicó la comida. Nos pedimos un vaso de sidra con un trozo de tarta salada con ensalada, buenísimo! De postre nos pedimos una tarta de chocolate y un crepé de chocolate... muy buena elección.
Desde ahí dimos una vuelta por el centro, es chulo, todas las casas son iguales. Entramos en una tienda de postales muy bonitas, donde compramos un par de cosillas y ya para el coche.
Teníamos una buena tirada... desde Sant Malo hasta Troyes! Y fue una verdadera pesadilla. Primero llevó María el coche, eran nacionales por lo que tardamos un montón en hacer unos cuantos kilómetros. Cuando ya estaba oscureciendo, cogió Alberto el coche, ya empezábamos a estar cansados... Aunque lo peor fue cruzar París... una pesadilla! Como ya se nos había hecho tarde, decidimos parar en París a hacer noche, pero tras preguntar en varios sitios... no había sitio en ningún lado! Y lo peor era que no sabíamos ni dónde estábamos! Nos veíamos durmiendo en el coche... Pero cuando ya estábamos al borde de la desesperación, vimos una señal para Troyes, así que para allá nos fuimos...
Vaya viaje, con niebla, casi sin gasolina... cuando por fin entramos en nuestra habitación del Etap, respiramos por fin tranquilos... vaya pesadilla para olvidar!!!
CONTINUARÁ...
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