5 may 2009

Un día por la Sierra Norte de Madrid

Un sábado del pasado mes de Abril, decidimos que antes de llegar a Madrid a ver a la familia, pasar unas horas visitando la zona Norte de la Sierra de Madrid y mereció la pena!

Cogimos la carretera que une Valladolid con Segovia, para a partir ahí coger luego la Nacional de Burgos. Nuestro destino era Buitrago de Lozoya.

Este pueblo, situado en el Valle del Lozoya, se asienta en uno de los meandros que describe el río a los pies de las Sierras de Guadarrama, Somosierra y del Rincón. Allí hubó un importante cruce de culturas, arabes, cristianos y judíos. Por sus calles se descubre las señales del tiempo a lo largo de la historia desde su recinto amurallado, su iglesia gotica o el castillo de los Mendoza hasta el Museo Picasso con la coleccion de Eugenio Arias. Rodeado además por un magnifico patrimonio natural destacando sus bosques de pinares, robledales y encinas, y abrazado por los embalses de Riosequillo y Puentes Viejas.

Buitrago de Lozoya es un pueblo interesante de visitar, sobre todo la zona que está dentro del Recinto Defensivo, formado por un castillo y un recinto amurallado. Es de origen musulmán, creado en el siglo XI, aunque fue restaurado casi continuadamente hasta 400 años después. En el amurallado se presentan dos tipos: el bajo, en el margen del río, y el alto, localizado hacia el valle. Se conservan dos de las Puertas de la ciudad, con arcos apuntados. El castillo o alcázar es de estilo mudéjar y posee cuatro torreones. El interior fue destruído por un incendio. Desde él parte un apéndice de muralla que se introduce en el embalse, y servía para cubrir por medio de soldados el abastecimiento de agua.
Cerca de allí, se halla la Parroquia de Santa María. Fue concluida en el año 1321 y consta de una sola nave, de planta y alzados góticos. La entrada principal es de estilo gótico flamígero (del siglo XV a XVII). Se mantiene poco de ella, la portada y la torre mudéjar, ya que fue incendiada en 1936. En el museo de la sacristía se conserva el artesonado. La torre es un bello ejemplar del estilo mudéjar. Actualmente, la nave de la iglesia está restaurada en estilo neomudéjar. En la portada se puede observar una leyenda curiosa que hace referencia al hecho de acogerse a sagrado que antes ofrecían los templos. Si bien el interior está totalmente restaurado, hay que decir que ha sido hecho con mucho gusto y que pese a ser moderna, te transporta tiempo atrás y que han quedado muy bien reflejadas las influencias de las tres culturas que allí vivieron.

Además en Buitrago existe el Museo Picasso que consta de 60 obras fechadas entre octubre de 1948 y Navidad de 1972. Nosotros no lo visitamos, otra vez quizás.

Desde Buitrago cogimos de nuevo el coche, ahora con dirección a Patones de Arriba. Pueblo curioso, por su emplazamiento y por su historia. Visitar este pueblo, es volver al pasado.

En cuanto a su historia decir que se han encontrado restos arqueológicos en distintos puntos del municipio que prueban la existencia de poblamientos de diferentes épocas. Los más antiguos (Paleolítico, Edad del Hierro y Edad del Bronce), en las cuevas del Reguerillo y del Aire. Abundan también los vestigios medievales y algunos autores cifran el origen de Patones en tiempos de la Reconquista. Las primeras noticias datan del siglo XVI.

En 1555 Patones (el de arriba), era una alquería con siete vecinos dependiente de la Villa de Uceda. De finales del XVII provienen las referencias escritas a la peculiar institución del "Rey de Patones". Parece ser que las 10 ó 12 familias residentes en la localidad acataban la autoridad de un anciano al que daban el título de rey y que dicho cargo fue hereditario. La institución debió mantenerse hasta 1750, año en que el pueblo solicitó al Duque de Uceda el nombramiento de una "justicia" o alcalde pedáneo. Por aquel entonces, Patones era ya una aldea de ganaderos con una importante cabaña de lanar y constituida por 50 casas. A mediados del siglo XIX se iniciaron las grandes obras de infraestructuras de abastecimiento de agua a Madrid (Presa del Pontón de la Oliva) y aparecieron algunos asentamientos dispersos y eventuales vinculados a ella. Patones tenía ya entonces una Casa Consistorial, Iglesia Parroquial y escuela primaria. Ya en el siglo XX, después de la Guerra Civil y a pesar de la construcción de las carreteras que facilitaron el acceso al núcleo, los habitantes de Patones fueron descendiendo del alto al llano y construyeron sus nuevas viviendas en la vega del río Jarama, junto a la carretera M-102 que les comunica con Torrelaguna y Torremocha. Se creó así el nuevo núcleo de Patones de Abajo. El traslado se generalizó en los años 60 quedando el núcleo originario casi totalmente vacío, abandonándose los edificios, tanto públicos como privados.


Patones de Abajo es hoy un pueblo nuevo, de estructura lineal, dotado de todos los servicios y equipamientos necesarios, cuyos habitantes mantienen la actividad agrícola-ganadera, pero compaginándola con la dedicación al sector servicios y a la construcción. En Patones de Arriba, a partir de 1970, se inició un proceso de adquisición y rehabilitación de viviendas para uso como segunda residencia y para la instalación de negocios de hostelería.

Pese a que fuimos en un día un poco lluvioso, si que había bastantes turistas. Y no es para menos. Sus calles y sus casas en parte nos recordaron a los Pueblos Negros de Guadalajara. Pasear por allí, sin rumbo, sólo guiándonos por la curiosidad... fue como volver al pasado y ver a sus gentes llevando al ganado o pasándolas negras viviendo en un entorno tan agreste y duro. Allí los inviernos tenían que ser realmente duros, dejados medio de la mano de Dios y con una tierra donde sembrar algo es prácticamente imposible pues todo son piedras...

Tras pasear sin rumbo, hicimos una parada en el restaurante "El alquimista" para comer. Increíble la comida! Nos pedimos unas migas del pastor y un revuelto de bacalao de primero, y de segundo carne guisada de ciervo y solomillo al cabrales... Riquísimo! De postre un crepé de chocolate. Muy bueno todo, muy bien atendido y el comedor de lo más acogedor, lo recomendamos.
Y ya con la tripa satisfecha, paseamos por la zona de las antiguas parideras y de ahí al Centro de artesanía local, donde unas señoras súper amables nos mostraron los productos que realizan de dulces, quesos y de apicultura. Toda una lección del buen hacer tradicional y de lo sabia que es la cultura popular.

Así acabó nuestro día por la Sierra Norte, todo un paseo por la historia y los modos de vida tradicionales... que tanto chocan al verse a lo lejos las cuatro mega torres del centro de Madrid. Una bella contraposición entre lo rural y lo urbano, lo moderno y el pasado.