Cuando pienso en todos los sitios que he visto, en todas las emociones al ver cosas que siempre has soñado ver con tus ojos, en todas esas sensaciones tipo hormigueo en la tripa al ver determinados sitios o cosas... siempre pienso en un lugar. El lugar donde más fuerte sentí la belleza y la magia en su sentido más literal...
En la ciudad oculta en el desierto, en la ciudad que fue escenario de una peli de Indiana Jones, en la ciudad de color rosa... en Petra.
A Jordania fui hace años con motivo de un encuentro juvenil sobre religiones, entre países europeos y árabes. Estuvimos alojados en Amán, ciudad que me sorprendió por sus gentes. Amables, diversas, diferentes del tópico árabe que nos venden... si, había mujeres tapadas y en las mezquitas tuvimos que cubrirnos, pero la mayoría vestía igual que cualquiera de Occidente, incluso más atrevida si cabe...
Impresionante su teatro romano, su diversidad de religiones, sus mezquitas, sus iglesias ortodoxas... toda una ciudad acogedora e interesante que visitar. Quizás lo que más sorprendió de allí, fue cuando fuimos a un café chic, muy occidentalizado pero con vistas a un campo de refugiados palestinos... una imagen de disfrute de los placeres mundanos versus al dolor de abandonar por miedo tu tierra...
Siempre agradeceré infinitamente a la asociación jordana que nos llevó a visitar Petra y el monte Nebó desde donde Moisés divisó la tierra prometida. La sensación de ver esa vasta tierra de tonalidades ocres, donde tantas cosas pasaron siglos atrás.
Entrar a Petra, al menos para mí fue lo más impresionante. Es cierto que el Tesoro, las tumbas reales, el Monasterio y su ascensión son preciosos, pero el Siq que es un desfiladero, es apabullante... te sientes diminuto entre ese pasillo de tonalidades rosáceas tan enorme, insignificante como ser humano ante tanta belleza creada únicamente por la naturaleza, qué... te quedas sin palabras!
Y cuando al final, empiezas a entrever el Tesoro, que aparece y desaparece por ese camino creado como por un duende travieso... das gracias a quien creó esa ciudad, por conjugar de una forma tan perfecta, la belleza natural con la belleza del arte... no sé a quien se podrá dar las gracias por tanta belleza, lo que si espero es que los herederos de ese patrimonio, sepan valorarlo y cuidarlo como la joya de la humanidad que es.
MARÍA
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